- Inés, con apenas 14 años y ya estas embarazada -
reclamó madre Magdalena poniendo sus manos en la cabeza.
- Te escapaste por dos
meses y viviste con un hombre al que nunca antes conociste - dijo madre
Elizabeth admirada.
- ¿No tienes miedo hacer ese tipo de cosas? - preguntó
madre Magdalena..
- No - respondió Inés muy orgullosa.
- No - respondió Inés muy orgullosa.
- Eres sumamente rebelde y tienes un carácter muy fuerte.- Le reclamó Magdalena.
- Solo nosotros hemos podido tenerte. Recuerda las pisas
que te daba tu tía adventista, que viendo que no pudo dominarte, te dejo con nosotras. - Le dijo madre
Elizabeth.
- Esa solo es adventista por conveniencia - dijo Inés.
Madre Magdalena respiro profundo y le dijo - Tendrás a
tú hijo y nosotros te ayudaremos.
TRES MESES DESPUÉS.
- Madre Magdalena, convenza a Inés para que se case
conmigo.
- Tú sabes que ella es muy joven. Ella no tiene idea de lo que es el matrimonio y tienes que aceptar que no te quiere.
- Yo soy el padre de su hijo y la amo. Madre yo quiero casarme con Inés. - replicó él llorando.
- Me gustaría ver a Inés casada contigo, pero no puedo influir en ninguna de sus decisiones - Dijo madre Magdalena.
El se retiró.
CINCO MESES DESPUÉS.
- Inés, ¿Te gustaría salir a dar un paseo con nosotros?
- insistió la madre del que le había dejado embarazada.
- ¿Dónde?
- Iremos a una clínica.
- ¿Para qué?
- Es necesario que tú no tengas aquel niño.- Insinuó ella.
- ¿Qué opina su hijo al respecto?
- Yo soy su madre, y él tiene que hacer lo que yo diga. Además... ¡La que tiene el dinero soy yo! - dijo en tono altivo.
- ¡La que tiene el bebe soy yo! - Dijo Inés altivamente..
- Pero niña...¡ Recuerda que eres pobre! Tu hijo no tiene ningún futuro.
Mi hijo no se va a casar contigo. El esta en segundo año de Jurisprudencia en la Universidad Católica y cuando sea Abogado tendrá que casarse con una chica de su misma condición social - dijo presumiendo
.
- ¿ Y quién le ha dicho que yo me quiera casar con su hijo? - preguntó Inés en tono airado.
- ¿ Y quién le ha dicho que yo me quiera casar con su hijo? - preguntó Inés en tono airado.
NUEVE MESES DESPUÉS
- ¿ Reconoce a este niño como hijo suyo? - preguntó el
juez a el supuesto padre.
- No - dijo fríamente él.
- ¿Reconoce a esta mujer?
- No - Contesto de nuevo.
- ¿Cómo que no? - Se escuchó un grito en el salón y de pronto se oyó el sonido de una cachetada. Era la mano de Inés que chocaba contra la mejilla de aquel con el cual había convivido por dos meses.
- ¡Para que te acuerdes de mí desgraciado! - le dijo
Inés furiosa y él tan solo llevó su mano a la cara y guardo silencio.
- ¿Reconoce a madre Magdalena? - Le preguntó el juez.
- No - Respondió él.
- ¡Nunca vi a un hombre llorar por una mujer! - dijo madre Magdalena asombrada y dirigiéndose hacia él continuó: - Pero tú lloraste por Inés - Le dijo tomando su brazo.
- No queremos tu dinero, tan solo queremos tu apellido para que tu hijo no sufra. Nosotros nos encargaremos de todo. No le hará falta nada.
No tengas miedo- le dijo madre Magdalena.
- ¡Yo a usted no le conozco! - El dijo firmemente.
- ¡Usted es un cobarde! - dijo despectivamente el Juez.
- Lastimosamente no hay nada qué hacer - dijo el Juez a madre Magdalena.
- Llevará tan solo el apellido de su madre - dijo madre Magdalena.
- ¿Cómo se llama? - preguntó el Juez.
- Francisco Javier- dijo Inés.
QUINCE DÍAS DESPUÉS...
- Inés, hasta cuando vas a entender que con la vida
ajena no se juega -
Reclamó madre Magdalena.
Reclamó madre Magdalena.
- El es mi hijo - dijo Inés.
- El es tu hijo, pero tú no eres propietaria de su vida. ¡Míralo! Casi lo matas...
- Salí a buscar trabajo - dijo Inés agachando su cabeza en gesto de humildad.
- Hija. ¿Qué te hace falta aquí? - le preguntó madre Magdalena desconcertada.
Inés agachada no contestó y tan solo se mordió los
labios y lloró.
- El niño esta débil - dijo madre Elizabeth.
- Mira, no tiene fuerza ni en su cuello - dijo Magdalena a Inés.
- Mira, no tiene fuerza ni en su cuello - dijo Magdalena a Inés.
- No pude darle de comer - dijo Inés llorando.
- Mientras que aquí si hay comida.- le reclamó Elizabeth.
- Podías haberlo matado. Quince días fuera del convento, no sé como los dos están vivos. - Dijo madre Magdalena.
- Francisco, resiste - dijo Elizabeth.
- A pesar de tanto problema que ha tenido, se aferra a la vida - dijo Magdalena abrazando al niño.
- Madre Magdalena - dijo Inés.
- ¿Qué? - respondió Magdalena mientras adulaba al niño.
- ¿Usted quiere a Francisco? - le preguntó Inés.
- Sí. Lo amo...
- Se lo dejo. - dijo Inés y se retiro de la habitación.
CINCO AÑOS DESPUÉS
- Francisco, vamos a casa, soy tú madre...
- Tú no eres mi madre.- Respondí.
- Yo soy tu madre - insistió Inés.
- Tú no eres mi madre.- Respondí.
- Yo soy tu madre - insistió Inés.
- Ella es mi mamá - dije señalando a madre Magdalena y todas las monjas lanzaron una carcajada.
- Es inútil que trates de convencer a Francisco - dijo madre Elizabeth a Inés.
- Pero yo soy su madre - dijo Inés.
- Madre es la que ama, no la que da a luz. - dijo Elizabeth.
- Yo amo a Francisco, el problema fue que en ese momento no tuve dinero. - reclamó Inés.
- Pero Francisco se ha criado con nosotras - le dijo Magdalena.
- ¡Vamos! - me ordenó Inés y ese momento corrí hacia madre Magdalena y la abracé fuertemente.
- Inés, ¡Deja al niño aquí!. Contigo no tiene ningún
futuro y va a sufrir mucho. Nosotros ya hemos comprado sus útiles escolares, él
ira al jardín con las madres Doroteas, luego estudiará en alguna escuela
Católica y en la Universidad estudiara con mi hermano Marco.
- Yo también puedo darle ese tipo de educación.- afirmó
Inés muy segura de sí misma.
- No te engañes. Con el estilo de vida que llevas, de ti
no verá nada bueno. Y tú no tendrás paciencia para educarlo. - le dijo
Elizabeth.
- Al paso que va, cuando sea grande Francisco será
guerrillero - Dijo madre Magdalena riéndose.
- Tiene un carácter muy fuerte. Se parece al tuyo y gracias a Dios no salio igual que el cobarde de su padre - dijo madre Elizabeth dirigiéndose a Inés.
- Chao Francisco, muy pronto vendré a visitarte - me dijo Inés y medio un beso.
- Chao - me despedí.
- Tiene un carácter muy fuerte. Se parece al tuyo y gracias a Dios no salio igual que el cobarde de su padre - dijo madre Elizabeth dirigiéndose a Inés.
- Chao Francisco, muy pronto vendré a visitarte - me dijo Inés y medio un beso.
- Chao - me despedí.